lunes, 26 de marzo de 2018

NI LAS DORADAS SE CULTIVAN NI LAS VEGANAS COMEMOS ATÚN por Beatriz García Serrano

Prácticamente a diario somos testigos de un escenario lúgubre y repulsivo, ante el que no nos detenemos demasiado. Son un montón de peces muertos, eso que llamáis pescado, son peces muertos, concretamente en estado de descomposición interrumpido por su proceso de congelación. Sus cuerpos, yacen en el hielo picado, completos, quizá sin vísceras, pero completos. Pueden verse sus ojos, sus branquias, sus aletas. Los peces, no sólo no son tenidos en cuenta como individuos, sino que, además, muchas veces ni siquiera son tenidos en cuenta como animales. A su cría en cautividad se le suele denominar “cultivo” y sus muertes cuentan en toneladas. Hay incluso seres humanos que se manifiestan vegetarianxs y consumen peces.
Resulta que los peces no se cultivan, a pesar de que más del 30 % de los animales marinos que se consumen anualmente provienen de granjas. Los peces criados en ellas pasan sus vidas hacinados, y muchos sufren de infecciones parasitarias, heridas graves y otras enfermedades. En las piscifactorías la crianza de las distintas especies comerciales es fuente de uno de los peores maltratos animales existente, y los métodos de sacrificio son extremadamente crueles: asfixia, golpes, electrocución…
Y resulta también que el atún no nace de los árboles envasado en pequeñas latas con abre fácil. Sólo en España se enlatan al año más de 300.000 toneladas. El atún es un animal sintiente, de gran tamaño, endotérmico, o de "sangre caliente", como los seres humanos. Ningún otro pez óseo tiene esa característica. Y por mucho que en el sándwich vegetal sea incluido como un ingrediente más, no lo es. Los atunes en el Mediterráneo son capturados sobre todo mediante almadrabas “volantes” y palangre. A través de un sistema de redes fijas, se ven obligados, durante su migración a los lugares de reproducción, a entrar en una serie de cámaras por las que son conducidos hasta llegar a la última, la llamada “cámara de la muerte”, donde son reunidos antes de ser masacrados. Algunos son apuñalados profundamente con un cuchillo en las arterias principales, a fin de favorecer su desangrado. A otros se les deja fuera del agua para que se asfixien. Ninguno tiene una muerte rápida y siguen luchando entre su propia sangre durante varios minutos.
La pesca somete a los animales a un gran sufrimiento: en la pesca de arrastre, por ejemplo, los peces son remolcados durante horas, golpeándose con rocas, hacinados con otros individuos, etc. Al ser elevados a la superficie, sus órganos internos se ven afectados por la rápida descompresión, sus globos oculares pueden llegar a estallar, y sus vísceras pueden salir por la boca. Muchos animales son destripados o troceados cuando todavía están conscientes, o pasan horas de agonía hasta que mueren por asfixia. Los crustáceos pasan terribles experiencias hasta terminar cocinados vivos en agua hirviendo.
Una de las cuestiones más controvertidas en cuanto a la biología de los peces y la ética animal en general, es si son capaces de sentir dolor. Los peces disponen de nociceptores, procesan las sensaciones dolorosas de forma compleja y su comportamiento se ve alterado por el dolor.
Por lo general, los peces forman grupos relativamente estables y se familiarizan con los individuos dentro de ese grupo. No sólo reconocen a los individuos de su propia especie, sino que también son capaces de reconocer individualmente a los seres humanos basándose en diversas señales Y no únicamente los peces, determinados moluscos como los pulpos suelen tener cerebros muy grandes. Tienen una gran memoria y capacidad de aprendizaje. No sólo disponen de terminaciones nerviosas, sino que los cambios radicales en su entorno les pueden producir estrés y sufrimiento.
Es decir que, los peces sufren, los peces se relacionan, los peces se estresan, los peces sienten, y esta última característica es razón más que suficiente para incluir a estos animales dentro de nuestros círculos de empatía y ética.

Beatriz García Serrano
Activista Vegana
Madrid




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